
Los profetas del odio
Uruguay no era un destino agradable. Por tradición, por presiones políticas internas, Montevideo era un territorio hostil a los exiliados peronistas. Jauretche se relacionó con algunos militantes uruguayos; contemplaba los atardeceres en la Ciudad Vieja; llegó a editar dos números de El 45 que hizo ingresar de forma clandestina a la Argentina. Pero a mediados de 1957 decidió regresar al país.
LA PALABRA PERÓN
Previo a su retorno, se reunió en Montevideo con su amigo Rogelio Frigerio . La dictadura estaba asentada en el poder. El peronismo, proscripto, era un murmullo, un recuerdo político expresado en forma de eufemismos. La palabra “Perón” estaba prohibida. Sus militantes comenzaban a dar forma a la Resistencia. Mientras tanto, la clase política planificaba el futuro inmediato. Frigerio, que dirigía la publicación Qué, le comentó a Jauretche sus planes. Su viejo amigo se sintió atraído y le sugirió a Scalabrini Ortíz que se sume a la redacción. Scalabrini dudó pero finalmente aceptó tras percibir en Qué un espacio para la difusión de ideas nacionales.
El viejo radicalismo atravesaba una etapa de transición. En noviembre de 1956 se realizó un congreso que derivó en una división interna: por un lado la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), más cercana a la “Revolución Libertadora”; por el otro, la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), crítica del gobierno. Su figura central era Arturo Frondizi. Su hombre de confianza, Rogelio Frigerio. En mayo de 1957, un mes antes de retornar a la Argentina, Jauretche publicó Los profetas del odio. Su regreso implicaba también una toma de posición.
La resistencia
Mientras la UCR se rompía, el peronismo continuaba proscripto. Como en los días de FORJA, Jauretche formaba parte de un movimiento vedado. Sin embargo, tanto él como Scalabrini discrepaban con la metodología del voto en blanco decidida por Perón y Cooke, y que haría su debut en la elección para Convencionales Constituyentes de 1957.

La intransigencia
Mientras la revista Qué alentaba la candidatura de Frondizi el llamado de Perón a votar en blanco recibía un contundente apoyo, superando a la UCRP y a la UCRI. Sin embargo, tras estos comicios comenzó a barajarse la idea de votar positivamente en las presidenciales de 1958. En Caracas, Frigerio y Perón comenzaron a negociar lo que luego sería un pacto secreto a través del cual el líder peronista llamaba a votar por Frondizi, a cambio de restituir la Ley de Asociaciones Profesionales, dictar un aumento salarial y levantar la proscripción.

Sin embargo, la expectativa inicial no tardó en diluirse. Frondizi, ante la presión militar, jamás anuló la proscripción que pesaba sobre el peronismo. Sus medidas económicas se sucedieron en un devenir hacia posiciones liberales y se firmaron contratos petroleros que lejos estaban del “sueño nacionalista”. Jauretche lo vivió con pesar, más aún por lo que entendía la “gran traición” de su otrora amigo Frigerio. “Fui culpable de la elección de Frondizi -se lamentaría-. Había que definirse: o seguía “la revolución libertadora” o seguía una línea popular. Lo malo fue que, luego, ya presidente, con Frigerio, nos traicionó”.
Ante el rumbo del gobierno, cuya alianza con el peronismo ya estaba rota, Jauretche renunció a la revista Qué. Lo mismo hizo su Scalabrini. Viajó a Europa, alejándose de la coyuntura. Allí se enteró que su viejo amigo, compañero de FORJA y de tantas redacciones, sufría un cáncer. El 30 de mayo de 1959, Scalabrini Ortíz fallecía en Buenos Aires. Jauretche no dejó de vivirlo como el fin de una época.
El candidato
En 1961, Jauretche, que ya había publicado los libros Ejército y política (1958) y Política nacional y revisionismo histórico (1959), relanzó el periódico El 45. La oportunidad servía también como plataforma para su candidatura a senador en las elecciones porteñas de ese año por una agrupación bautizada Partido Laborista.
Mientras los partidos definían sus candidaturas, el peronismo, aún proscripto, analizaba la táctica a seguir: continuar con la metodología votoblanquista o apostar a un voto positivo incierto ante la ausencia de nombres.

En ese momento, un personaje inesperado le solicitó una entrevista. Raúl Damonte Taborda. Casado con la hija de Natalio Botana, director de Crítica, Damonte Taborda había sido conocido en los años cincuenta por su fervoroso antiperonismo: era el autor de Ayer fue San Perón. Doce años de humillación argentina, un antología de denuncias políticas y psicologicistas al peronismo. En un giro extraño, había arribado a los años sesenta bañado en las aguas del Jordán: ahora dirigía el periódico Resistencia Popular, se aferraba al ideario nacional y juraba que todo había sido un error. Era otro. Y le pedía a Perón su bendición para una candidatura a senador por la Capital Federal.
Perón recordaba aquel libro; desconfiaba de este presente converso. Pero en un cálculo frío y pragmático vio en Damonte Taborda la realización más acabada de su necesidad electoral. Alguien, en paralelo, le informó de la candidatura de Jauretche. Perón se acordaba de él; estimaba su formación y su compromiso. Pero sabía que había tenido varios encontronazos. Como anotaría Norberto Gallaso, Perón veía en él un hombre valioso pero “incontrolable”. Le dio su apoyo a Damonte Taborda. Ganó el Partido Socialista, con Alfredo Palacios a la cabeza. Damonte Taborda no alcanzó a recibir un cuarto de la cantidad de votos en blanco, que para las bases peronistas seguía siendo la estrategia más leal y consecuente. Jauretche recibió diez mil votos menos que aquel “viejo gorila”. Fue un golpe duro que lo volvió a alejar de la política y subrayó sus diferencias con Perón.
El fin, el comienzo y el fin
El 29 de marzo de 1962 Frondizi fue detenido y trasladado, también, a la isla Martín García. Los militares colocaron en su lugar a José María Guido, que profundizó una línea económica de corte liberal, en favor de las multinacionales.
Jauretche era por entonces redactor del diario Democracia. Desde allí disparaba artículos en contra del gobierno tutelado de Guido y el rumbo económico en manos de Álvaro Alsogaray.
Por esos años también publicó los libros FORJA y la Década Infame (1962) y Filo, contrafilo y punta (1964), una recopilación de artículos periodísticos.
El 7 de julio de 1963 se realizaron las elecciones presidenciales. El peronismo, todavía proscripto, alternó entre el abstencionismo duro y una posición conciliadoras que supuso el apoyo a la fórmula Solano Lima-Silvestre, que finalmente fue también proscripta. En ese contexto, resultó vencedora la fórmula de la UCRP, encabezada por Arturo Illia .
Jauretche recibió con escepticismo este nuevo mandato. Mientras tanto, era homenajeado por un grupo selecto de amigos, que celebraron su “vida entregada al servicio de la Revolución Nacional”. Participaron entre otros, John William Cooke, Juan José Hernández Arregui, el general Raúl Tanco y varios de sus compañeros de FORJA.
LA REVOLUCION NACIONAL
El ciclo de golpes y gobiernos débiles tuvo su nuevo capítulo el 29 de junio de 1966, cuando las fuerzas armadas derrocaron a Illia y colocaron en su lugar al general Juan Carlos Onganía. Se abría una nueva etapa en el país; se avizoraba el traumático y particular ingreso de la sociedad argentina a los años setenta. Jauretche todavía tendría algo para decir.