Télam

Etapa fundacional



Pablo Medina

Pablo Medina

Bibliotecario, coleccionista, docente.
aporta un dato muy significativo: “Mientras en México la primera imprenta funcionaba para los reyes, en Argentina estaba más cerca de la gente”. Instalada en 1776, la imprenta fue la gran transformadora cultural y política de nuestro país. ¿Qué tan lejos hubiera llegado la Revolución de Mayo si Mariano Moreno no hubiera podido crear la Gazeta de Buenos Aires?

Nuestra rica tradición literaria, y entiéndase por esto no sólo la parte creativa sino la consolidación de una industria editorial, se fue forjando por el empuje de escritores, editores y lectores y, en el caso de la literatura infantil, fue acompañada de políticas estatales que fomentaran su circulación. En sus tiempos de maestro Domingo Faustino Sarmiento ya abogaba por la importancia de los libros en la escuela, y lamentaba que en cada barrio hubiera un templo y no así una biblioteca. Para los años en que Sarmiento ocupó la presidencia de la nación (1868 a 1874) nacieron los primeros emprendimientos editoriales, entre ellos la actual Editorial Estrada.

 
Con el correr del siglo XX el panorama se completa con editoriales ya legendarias como Abril, Sudamericana, Kapelusz y Atlántida, de donde salió el libro Upa todo un clásico literario infantil. Al mismo tiempo, desde el Estado surgen diversas iniciativas para fortalecer el vínculo entre el libro y la escuela, amparadas ya en el capítulo VII de la ley de Educación 1420 (promulgada en 1884).


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Medina rescata el papel central de las mujeres en la etapa fundacional de nuestra literatura infantil hasta la aparición de Horacio Quiroga.


Peronismo



Durante el primer peronismo se produjo una llegada masiva del libro a las escuelas. La Editorial Peuser publica la Biblioteca Infantil General Perón y Codex hace lo propio con la Colección naturaleza. Los entes educativos y culturales y la Fundación Eva Perón hacen que esas publicaciones lleguen a los puntos más recónditos del país.

Pero este saludable estímulo de la lectura a través de los programas educativos no iría en sintonía con las propuestas literarias de una nueva generación de escritores que comienza a asomar por los años sesenta, con María Elena Walsh , Beatriz Doumerc y Laura Devetach

Laura Devetach

Escritora, docente.
, para quien había una enorme distancia entre lo que se leía en las escuelas y el modo en que la gente hablaba.

La distancia entre el libro y el lector.
 

Para la escritora santafesina era necesario pensar en una literatura infantil sin objetivos didácticos: 

Cambios necesarios en la literatura infantil.


Pablo Medina estuvo siempre tan cerca de los libros como de la docencia y esto es lo que opina acerca de la literatura y la educación.

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El rol de la literatura en la educación.

La gran experiencia editorial surgida en las décadas de 1960 y 1970 fueron Ediciones de la Flor y el Centro Editor de América Latina (CEAL), fundado por Boris Spivacow(LFINN), que entre sus colecciones de altísima calidad sobresalían dos destinadas al público infantil: Cuentos del Chiribitil y Cuentos de Polidoro. Durante la dictadura, en agosto de 1980, un millón y medio de volúmenes del CEAL fueron quemados en la vía pública.



Proceso y prohibiciones


Durante la dictadura iniciada en 1976 fue decretada la prohibición de varios libros infantiles, entre ellos Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann , La torre de cubos de Laura Devetach y El pueblo que no quería ser gris de Beatriz Doumerc, ilustrado por su pareja Ayax Barnes . De todos modos La torre de cubos siguió circulando entre niños, padres y docentes:

Circulación clandestina,
 
El cuento al que la escritora se refiere es “La planta de Bartolo”, sobre un hombre que tiene en su jardín un árbol del que florecen los cuadernos que él regala a los niños del pueblo.

Apenas finalizada la dictadura afloraron varios proyectos editoriales como Libros del Quirquicho y Ediciones Colihue. Con el tiempo, a estos sellos se les sumaron las iniciativas de otras editoriales que inauguraron sus colecciones de literatura infantil como Sudamericana y Alfaguara. No es que durante los años del proceso se hubiera interrumpido la publicación de libros para chicos, de ningún modo, pero la vuelta democrática trajo la oportunidad de fundar una nueva literatura infantil con un arco de propuestas más avanzadas desde lo estético y lo temático, desde su diseño, su inserción comercial y su forma de difusión. Y aquí aparece nuevamente la escuela.

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Medina hace una ajustada síntesis de los cambios editoriales que se produjeron en la Argentina.

Canela reconstruye aquella transición, desde el silencio impuesto por la dictadura hasta la fundación de Primera Sudamericana, la colección infantil que creo y dirigió.

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La dictadura en los libros.

Es durante estos años que se funda ALIJA . La LIJ contaba ahora con una asociación civil que ayudara a su difusión dentro y fuera del país.