Télam

El cura villero


Mugica regresó a la Argentina un mes después de clausurado el encuentro episcopal de Medellín. Al bajar del avión, se enteró que había sido reemplazado en la capellanía de la escuela “Paulina de Mallinkrodt” a manos del capellán castrense Julio Triviño. Sin embargo, la parroquia San Martín de Tours había decidido abrir una capilla en la villa de Retiro y confió al Padre Mugica su desempeño. Con la ayuda económica de uno de sus hermanos, levantó en el barrio Comunicaciones -hoy Villa 31 - la capilla "Cristo obrero", inaugurada en diciembre de 1970. Allí, entre sus “hermanos villeros”, Mugica, ya consagrado como el “Padre Carlos”, desarrollaría su máxima actividad pastoral. Teófilo Tapia

Teófilo Tapia

Vecino de la villa 31 y compañero de Mugica.
cuenta cómo fueron los primeros encuentros de Mugica con los habitantes de la Villa 31.
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Teófilo Tapia, vecino de Villa 31, rememora la tarea de Mugica en el barrio.

EL PADRE CARLOS

Además, comenzó a cubrir otras tareas como vicario en la parroquia San Francisco Solano, junto al Padre Jorge Vernazza, y regresó a las cátedras de Teología en las universidades de Buenos Aires y del Salvador. El comienzo de los años setenta lo encontraría con una alta actividad pastoral. Por las noches dormía en la casa de sus padres, ubicada en la calle Gelly y Obes, en un pequeño cuarto del último piso. Asimismo, comenzó a frecuentar el monasterio benedictino de la localidad de Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires, a modo de remanso espiritual.
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Guillermo Torre, sacerdote de la Iglesia Cristo Obrero en la Villa 31.

Acostumbrado a una fuerte presencia en los medios de comunicación, tras la apertura de la capilla Mugica redobló su trabajo territorial y redujo sus apariciones mediáticas. Sin embargo, su rostro, emblema entre los habitantes del Barrio Comunicaciones, se haría popular también por fuera: futbolistas, artistas y demás personalidades comenzaron a visitar la capilla, lo que fue aprovechado por Mugica para realizar eventos gratuitos en la villa.

Cristianismo y peronismo


Esa atracción no impediría que la labor pastoral de Mugica y los sacerdotes del MSTM chocara contra el muro de la Iglesia argentina. El por entonces arzobispo coadjutor de Buenos Aires, Juan Carlos Aramburu, resolvió que “a ningún sacerdote, religioso o religiosa le está permitido actuar en partidos políticos o movimientos similares, ni aceptar ofrecimientos para desempeñar funciones políticas”, en un intento por mantener a la Iglesia alineada con los sectores de poder y a resguardo de la “politización”. Sin embargo, la decisión del Arzobispado era menos una advertencia que una necesidad concreta: varios meses antes, los miembros del MSTM habían decidido de común acuerdo “no aceptar posibles candidaturas a cargos electivos”.

Esa resolución del MSTM, sin embargo, no iba en contradicción con una lectura política del contexto argentino. Si la Teología de la Liberación había acercado a los sacerdotes latinoamericanos a las ideas de izquierda -como el mencionado caso de Camilo Torres en Colombia-, en Argentina el MSTM establecería un camino análogo con el peronismo. Sus integrantes se acercaron definitivamente al movimiento peronista, en un momento donde la dictadura de Onganía y los más de quince años de proscripción agitaban las aguas políticas del país. Aquel Mugica que había participado del “júbilo orgiástico” de la caída de Perón, reformulaba ahora su pertenencia y desde la misión pastoral en la villa de Retiro hablaba de los “valores cristianos del peronismo” y reconocía en ese movimiento el calor de una verdadera identidad popular.

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Fortunato Malimacci explica el vínculo de Mugica con el peronismo.
Cuando en noviembre de 1972, Perón regresó al país en el famoso vuelo charter de Alitalia , Carlos Mugica fue uno de los miembros de la comitiva. Perón, a su vez, visitaría la capilla Cristo Obrero a comienzos de diciembre de ese año y Héctor Cámpora  haría lo propio unos meses más tarde, ya convertido en primer mandatario del país. El Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), le había ofrecido a Mugica un lugar como candidato a diputado por la Ciudad de Buenos Aires, pero el sacerdote, siguiendo la línea del MSTM, lo rechazó. Tras la asunción de Cámpora, el 25 de mayo de 1973, Mugica aceptó, sin embargo, un cargo no rentado como asesor del Ministerio de Bienestar Social. Poco después lo abandonó por sus diferencias con José López Rega.(LFIN)
 

Diferencias internas


El MSTM partía de una concepción clara en relación al rol de la Iglesia y la misión pastoral, y se apoyaba en los aires de transformación que parecían querer sacar al cristianismo de un núcleo cerrado, conservador e integrista para convertirlo en una herramienta más de la liberación de los pueblos. Sin embargo, los años setenta trajeron debates que atravesaron el corazón del MSTM y provocaron algunos conflictos.

IGLESIA, PERONISMO Y REVOLUCIÓN


La relación con el peronismo era un cisma que cruzaba a amplios espacios de la sociedad y el MSTM no sería la excepción. Ciertos sectores internos no terminaban de reconocerse en las formas de ese movimiento o veían en la izquierda marxista, más ligada a los orígenes continentales de la Teología de la Liberación, una bandera más adecuada para alcanzar la revolución. Mugica diría en varias oportunidades que para él “el sistema menos alejado de la moral y del Evangelio” era el socialismo, pero Argentina debía llevar adelante un proceso propio y no necesariamente adaptarse a “modelos preestablecidos”. 
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Padre Mugica en el programa "El pueblo quiere saber"
En ese sentido, para Mugica el proceso revolucionario en nuestro país pasaba por el peronismo: tanto para él como para otros miembros prominentes del MSTM, como Rubén Dri , el problema era “político” y no “estructural”, a la manera de la lectura marxista. Existía un contexto que le daba amparo a esa interpretación: el peronismo estaba proscripto y para estos sacerdotes la Argentina era un sistema que le impedía a la mayoría del pueblo expresarse políticamente. No es casualidad que las diferencias en el MSTM se intensificaran en 1973, año en que el peronismo regresó a la presidencia.
La filiación política y la opción por el peronismo fueron los temas que enfrentaron desde un primer momento a distintos miembros del MSTM. Pero los aires de “renovación”, además, pondrían en escena otro conflicto: la posición ante el celibato. Mugica mantendría, en ese sentido, un abierto enfrentamiento con otro referente de grupo, el Monseñor Jeronimo Podestá, obispo de Avellaneda. Mugica estaba a favor del celibato mientras que Podestá se ubicaba en la posición contraria.
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Domingo Bresci comenta la relación de los sacerdotes con el peronismo.

Lucha armada


“¡Oigan esto, ricos!:
Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir.
Sus riquezas están podridas y sus finas ropas están comidas por la polilla.
Su oro y su plata están oxidados, y esto mismo será una prueba contra ustedes y destruirá sus
propias carnes como fuego.
Han amontonado riquezas en estos días que son los últimos.
El pago que ustedes no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha, está reclamando
contra ustedes; y el Señor de los ejércitos ha oído los reclamos de esos trabajadores.
Aquí en la tierra ustedes se han dado una vida de lujo y placeres, engordando como ganado;
y ya llega el día de la matanza.”

Santiago 5, 1-5. Citado en Teología para el Tercer Mundo. Los cristianos, la violencia y la revolución
 
Los años setenta pondrán al MSTM ante el desafío de posicionarse como religiosos frente a la lucha armada. En 1970, uno de sus miembros, el Padre Alberto Carbone sería encarcelado, acusado de participar en el secuestro y asesinato del General Pedro Eugenio Aramburu. La máquina de escribir de Carbone, asesor nacional de la Juventud de Estudiantes Católicos, había sido utilizada para redactar el comunicado con el que Montoneros se adjudicó el fusilamiento: esa ligazón lo convirtió en culpable ante los ojos de las autoridades que lo bautizaron el “Padre Montonero”.
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Mugica oficio en el funeral de Fernando Abal Medina y Carlos Ramus
Ese mismo año, Mugica junto al Padre Hernán Benitez, antiguo confesor de Eva Perón, ofició el funeral de Fernando Abal Medina y Carlos Ramuslos líderes y fundadores de Montoneros, quienes el 7 de septiembre habían muerto abatidos por las fuerzas de seguridad en la localidad bonaerense de William Morris. El diario La Razón publicó una transcripción -según Mugica, “cargada de inexactitudes”- de la homilía pronunciada por él y Benitez, y a causa de eso ambos sacerdotes fueron detenidos el 14 de septiembre y liberados una semana después. En prisión, Mugica se enteró que el arzobispado lo había suspendido en sus licencias ministeriales por el lapso de 30 días.
Lo cierto es que muchos integrantes del MSTM mantenían relación con los ahora principales dirigentes de las “formaciones especiales” pero a la vez rechazaban la lucha armada. La relación entre Mugica, Abal Medina, Ramus o Firmenich era cercana pero se volvería tensa a medida que estos últimos comenzaban a concebir a la violencia armada como una de sus herramientas políticas principales.
Mugica rechazaba la lucha armada pero a la vez, imbuido de esos “signos de los tiempos”, de esa denuncia a la opresión reconocida hasta por la propia Iglesia, no desconocía la violencia como una respuesta posible de parte de los oprimidos y las víctimas de la “violencia institucional”. “Del Evangelio no podemos sacar en conclusión que hoy, ante el desorden establecido, el cristiano deba usar la fuerza. Pero tampoco podemos sacar en conclusión que no deba usarla -declaró en una entrevista a la revista 7 Días en 1972 . Cualquiera de las dos posiciones significaría ideologizar el Evangelio, que más que una ideología es un mensaje de vida. Pasará Marx, pasará el Che Guevara, pasará Mao, y Cristo quedará. Por eso pienso que es tan compatible con el Evangelio la posición de un Luther King como la ideología de un Camilo Torres”.

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Bresci y la relación de Mugica con la violencia política.
 Mugica concebía a Cristo como un mensaje de vida, a Jesús como un fin. La política podía ser un medio, la guerra y la paz. Pero, ¿cuál eran los bordes de la violencia? “Pienso que tenemos mucho miedo a la violencia por una actitud individualista. De repente nos escandalizamos porque alguien puso una bomba en la casa de un oligarca, pero no nos escandalizamos de que todos los días en las villas miserias o en el interior del país mueran niños famélicos porque sus padres ganan sueldos de archimiseria”, dijo en la misma entrevista.
Definido públicamente como un “no-violento”, Mugica se erigió en una voz contraria a la lucha armada a medida que la proscripción sobre el peronismo se deshilachaba y esa “identidad popular” volvía a ser reconocida en el teatro político. Para Mugica el regreso de Perón y la asunción de un gobierno constitucional obligaba a cambiar de estrategia y deponer las armas. El 7 de diciembre de 1973, en una misa en conmemoración por la muerte de Abal Medina y Ramus, Mugica citó a la Biblia diciendo: “Hay que dejar las armas y empuñar los arados”. Poco después, la revista Militancia lo describía como un corcho, “siempre flotando aunque cambie la corriente”. “Su labor religiosa en la Villa Comunicaciones lo emparenta con el pueblo. Su condición de colaborador de Bernardo Neustard (sic) en la revista Extra, le abre las puertas de la contrarrevolución, avalado por su círculo de relaciones”, apuntaba la publicación.
Hay que dejar las armas y empuñar los arados

Mugica parecía avanzar por la línea de tiempo de la historia por un camino demasiado personal y zigzagueante para las exigencias de la época. Referente popular en Retiro -donde en 1973 formaría el Movimiento Peronista Villero-, daba misas tanto para los fundadores de Montoneros como para Osvaldo Bianculli, guardapespaldas de José Ignacio Rucci, o Isabel Martínez de Perón. La cúpula eclesiástica desconfiaba de él, sindicándolo como miembro de las organizaciones guerrilleras y un hombre que había convertido su misión pastoral en política. Mientras tanto, la revista El Caudillo  ligada a la derecha peronista, se preguntaba si Mugica “está al servicio de los pobres o tiene a los pobres a su servicio”, antes de acusarlo de “bolche”. Dos años antes, una bomba había estallado en su casa de Gelly y Obes; desde entonces las amenazas serían recurrentes. "Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su Liberación -dirá en una entrevista posterior-. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición”.