
La última palabraAl terminarse la película, las autoridades del Ente de Calificación ya no eran las mismas que habían autorizado el guión durante la presidencia de Cámpora. El organismo estaba ahora constituido por una comisión de representantes de diversos sectores del poder.

Olivera habla sobre la recepción de la película en el Ente.
En rigor de verdad, la película no fue prohibida, sino que no fue calificada, requisito fundamental para su estreno. Las razones que daba el Ente fueron por demás ridículas, según cuenta Olivera:

Las razones por las que no calificaban al filme.
A todo esto, los medios anunciaban una y otra vez el estreno del filme. La expectativa era mayúscula porque además del natural interés que despertaba La Patagonia rebelde, en aquellos años se había generado un saludable acercamiento del público argentino hacia la producción local. Prueba de ello fueron el éxito de películas como Juan Moreira , Quebracho y Boquitas pintadas . Estas producciones convivían con un cine social y político realizado de un modo más independiente, cuando no clandestino. La película de Bayer-Olivera estaba llamada a unificar ambas tendencias.
Comenzó entonces una campaña en la que participaron todos los gremios vinculados a la industria cinematográfica. Algunos periódicos de la época publicaron solicitadas exigiendo una audiencia con el ministro de Defensa, Ángel Federico Robledo . El tema llegó inclusive a tratarse en el Congreso, cuando el diputado Juan Carlos Cárdenas, de Vanguardia Federal, propuso solicitar un informe a Robledo acerca del postergado estreno de la película y recomendó programar una exhibición con los legisladores como únicos espectadores, para que estos evalúen los pasos a seguir.
Finalmente, Robledo recibió en su despacho a Olivera y compañía y, a juzgar por su respuesta, estaba claro que la última palabra la tenía Juan Domingo Perón.

El director relata el encuentro.
Principios de junio de 1974: ya pasaron dos meses de la presentación al Ente de Calificación y la película aún no había sido autorizada para su estreno. Con el gobierno de Perón tambaleando entre izquierda y derecha y su delicado estado de salud ya casi un hecho público, López Rega esperaba confiado la muerte del general, sabiendo que va a sobrevivir a la tragedia como “el guitarrista malo de Gardel”.
A mediados de mayo, el general retirado Elbio Anaya , aquel personaje que aparece en la película caracterizado como Arzeno e interpretado por Héctor Pellegrini, sostuvo en el periódico La opinión una intensa polémica con el periodista Carlos Burone. El ex militar negaba con insistencia la veracidad de los hechos relatados por Bayer en su investigación y de este modo dejaba en claro cual era la posición del ejército en caso de estrenarse La Patagonia rebelde.

Olivera cuenta su versión.
La versión de Bayer es tan factible como la de Olivera. Y si no es cierta es realmente muy divertida:

La otra versión de la historia.
Finalmente, el 13 de junio se produjo el esperado estreno, inmerso en un clima político cada vez más enrevesado. La respuesta del público fue la esperada. La buena disposición de los exhibidores y, por supuesto, el peso propio de la propuesta cinematográfica posibilitaron su exhibición en muchas salas de todo el país llegando a la cifra de un millón y medio de espectadores. Luego de cincuenta años, los sangrientos sucesos de la Patagonia estaban siendo divulgados de un modo masivo, mucho más de lo que hubiera imaginado Bayer cuando publicó su investigación.

Olivera y Luppi rememoran el estreno.

La experiencia en el Festival de Berlín.
Si durante la breve presidencia de Perón el camino de La Patagonia rebelde había sido difícil, sería mucho más arduo después de su muerte. Al fin y al cabo había sido él quien autorizó su estreno.

Luppi y Olivera y el comienzo de la prohibición.
Fuera de los cines, con gran parte de sus protagonistas amenazados de muerte o en el exilio, La Patagonia rebelde quedó en silencio hasta el fin de la dictadura militar. Aquella escena final, en la que los terratenientes celebran la sangrienta represión del Ejército sobre el pueblo patagónico era más que una metáfora, era un trágico presagio de lo que estaba por venir.
