Todo comenzó cuando la justicia norteamericana le pidió a la red de microblogging los mensajes y cuentas asociadas de un usuario para sustanciar el debido proceso. La sorpresiva respuesta del consejero legal de la segunda red social en importancia mundial (después de Facebook) fue que la propiedad de los contenidos le pertenece a sus usuarios. Según Benjamin Lee, tal pedido afecta los términos de servicio de la empresa.
Su notificación al público fue a través de la red para la cual trabaja con el usuario @BenL, en la que indicó: "Ayer se presentó una moción en la ciudad de Nueva York para defender la voz del usuario?, con el enlace al documento jurídico, bajo el hashtag (etiqueta virtual) #corevalues (valores fundamentales).
El twittero en cuestión es Malcom Harris, quien fue arrestado en el Puente de Brooklyn por obstruir el tránsito en 2011. Esta persona nunca imaginó que sus tweets se transformarían en la documentación para fundamentar un proceso criminal por alteración del orden público, a pedido de la Oficina del Fiscal de Distrito de Manhattan.
La detención de Harris ocurrió durante una protesta del movimiento Occupy Wall Street, mientras la respuesta de Twitter muestra que las lógicas empresarias no coinciden necesariamente con los tiempos y necesidades de la política. Menos aún con los de una cultura que ha naturalizado el uso de dispositivos móviles para comunicarse.
El bloqueo en el que participó Harris coincide con la movilización mundial del 15 de Octubre de 2011 que retoma las protestas en España 15 de marzo, bajo lo que se denominó desde entonces el movimiento de los "indignados?.
El hecho inédito del 15-O fue que además de España y Estados Unidos, en Bélgica, Francia, Italia, Chile, República Dominicana y México, cientos de miles de usuarios de Twitter coordinaron acciones para hacer público un conjunto heterogéneo de reclamos sociales, muchos de los cuales terminaron en violentas represiones.
En Italia hubo un saldo de 70 heridos por intervención policial, mientras que el caso del Puente de Brooklyn fue uno de los más destacados por el arresto masivo de manifestantes.
Dos meses antes Marc Duggan, un joven negro de 29 años, fue asesinado por la policía inglesa lo que generó masivas protestas convocadas en las redes sociales, entre otras vías de comunicación.
En octubre de 2010, el periodista Malcom Gladwell marcó con su artículo "La revolución no será Twitteada? una interesante línea divisoria para comprender el rol de Twitter y el activismo en las redes sociales.
Según Gladwell, la participación política acompañada de teléfonos inteligentes, como herramienta de comunicación, constituye sólo un nuevo aditamento ligado a formas de resistencia anterior consolidadas en patrones concretos, reales, asibles y ajenos a la simple virtualidad de una red.
El comienzo de su artículo cuenta cómo un grupo de estudiantes universitarios negros planificó sentarse en la barra para blancos en un restaurant de Carolina del Norte, en febrero de 1960.
Para el escritor del diario estadounidense The New Yorker el alcance de las redes sociales es limitado y trasciende en la medida en que ataca el statu quo. Eso implica un tipo de activismo de alto riesgo, consolidándose en fenómenos de lazos fuertes.
Más allá de las coincidencias con los casos descritos por Gladwell, no resulta casual que los gobiernos de Mariano Rajoy (España) y David Cameron (Gran Bretaña) hayan promovido proyectos de persecución a usuarios de Internet.
El primero presenta modificaciones al Código Penal para calificar a los manifestantes twitteros como "terroristas callejeros antisistema?; mientras que el segundo propone iniciativas a efectos de controlar "en tiempo real? a todos los usuarios de la red desde el ministerio de Seguridad.
Twitter es una red que para la 15-O llegó a los 100 mil usuarios activos, un número relativamente bajo en relación con sólo los 500 mil indignados que se reunieron en la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2011.
A punto de cumplirse un año de la primera protesta masiva, las redes sociales ya están realizando nuevos llamados. En una semana, el mundo mostrará si las medidas ejemplificadoras como las de Estados Unidos son capaces de frenar estas extrañas movilizaciones globales que abren un horizonte de identidad cultural transfronteriza y no siguen los cánones tradicionales de la política partidaria.